Las manos sucias y rápidas del gordo que vende las garrapiñadas en la esquina pasan por el costado de mi ojo mientras el viento me golpea la frente y yo pienso en mi papá, que está con la presión alta y la mirada triste desde hace unos días. Me vuelvo invisible me olvido del olor a caños de escape entrelazados a panchos grasosos en manos de otros que no saben me repliego y salto con los ojos hasta el bar en donde nos juntamos aquella vez papá y te pediste un whisky y me dijiste que te habías cansado de tener tanto llanto apelmazado en las pupilas.
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